Cicatrices y albóndigas

«Solo identificamos las cicatrices por las que hemos pasado nosotros».

Mi cicatriz en el cuello se parece mucho a la de las operaciones de tiroides. No tenía ni idea hasta que me operaron y tuve mi lucir mi cicatriz en una zona tan visible a diario.

Al principio, obviamente se veía mucho. Y había quien la miraba mientras esperaba a mi lado para pagar el pan, dirigía luego sus ojos a mi cara y me decía «¿Tiroides?». La primera vez que me lo preguntaron no entendí nada y contesté «Aroa, me llamó Aroa».

Pero no, esos completos desconocidos me preguntaban por mi historial médico y así fue como empecé a conocer a gente que se había operado de algo relacionado con la tiroides o tenía algún familiar que había pasado por eso.

Yo escuchaba las historias atentamente para finalizar diciendo «No, esta cicatriz NO tiene nada que ver con la tiroides. Fue una artrodesis cervical». Y entonces TODOS reaccionaban igual «¡Ah! Perdona, pensé que era tiroides». Se despedían y se iban.

Era obvio que a ninguna de esas personas les interesaba yo ni mi estado de salud, ellos querían hablar de su herida, de su cicatriz.

Me acostumbré a ese tipo de conversaciones, porque me sucedían todas las semanas. Y en mi cabeza siempre sonaba esa frase que no sé dónde ni cuándo escuché por primer vez «solo identificamos las cicatrices por las que hemos pasado nosotros».

Mi cirujano se molestó en dejarme una cicatriz mínima y mi cuidado con el sol hizo que con los meses esa cicatriz se hiciera pequeña, tan pequeña que ya nadie se queda mirándome el cuello cuando voy a comprar el pan.

Pero yo la acaricio a menudo como un recordatorio de lo que aprendí a sanar con ella.

No hablo nunca de dolores ajenos, solo los escucho. Al fin y al cabo ¿Qué se yo de cicatrices que no son mías?
Esta semana he tenido que presenciar una escena en la que alguien manifestó una falta de empatía total y absoluta por el dolor de otra persona.

Me dio miedo, asco y vergüenza a la vez. Y me vino a la cabeza que ese ser no debe de comer bien, nadie que tenga en su hogar un plato rico de comida puede tener el corazón tan frío.

Así que hoy vengo con cinco ideas para crear hogar y calentar el corazón de tal manera que seamos de esa gente que te ofrece un oído en vez de un monólogo.

Empiezo por unas judías verdes con queso azul y uvas impresionantes.

Judías verdes con queso azul y uvas

Tener una albóndigas caseras listas siempre son un recurso efectivo para las semanas que no te da la vida ni para quejarte. Y esas van sin freír ni nada, ahorras tiempo y grasa. Todo son ventajas.

Albóndigas de pollo

Lo mismo me pasa con los nuggets caseros. Solo llevan tres ingredientes y congelan genial. Así que tener una bolsa en la nevera lista para usar, cuando se me cierran los ojos del cansancio es lo más parecido a vivir de rentas que he podido vivir, hasta ahora.

Nuggets caseros

Y, por favor, tienes que probar estas hamburguesas de alubias y Batatas ¡Qué suaves y ricas! Se hacen al horno, así que las puedes dejar hechas con anterioridad y darles un poco de calor justo antes de servirlas.

Y como siempre hay hueco para el postre. Dejo por aquí un recordatorio amistoso de que estas natillas de dulce de leche se hacen en 15 minutos. Ahí lo dejo.

Publicado por aroaaleman

Hablo mucho y casi siempre de comida. Gordapapa profesional.

3 comentarios sobre “Cicatrices y albóndigas

  1. Será por eso que ya no enseño las tetas en general. No quiero comentarios de texto de mi cuerpo (y menos de los costurones y asimetrías). Está bueno que lo diga yo, que miro todo, todo y todo.

    Me gusta

    1. Es que me temo que en tu casa tiene que ser algo insoportable, porque cada apreciación tiene que ir acompañada de una chapa importante sobre salud, prevención, muerte, ideas locas y salvadores varios… Me da pereza solo pensarlo.

      Me gusta

Deja un comentario